A 45 años del golpe genocida, desde H.I.J.O.S. Capital convocamos a Jorge Alemán a reflexionar sobre los discursos del odio y el negacionsimo

Es un deber ético que no haya negacionismo, ni genocidio, ni el delito de lesa humanidad o la explotación que lo hacen posible
Por Jorge Alemán
Psiconoalista y escritor argentino

¿Dónde podemos ubicar el punto de origen del negacionismo argentino, ese que duda acerca del número de víctimas del terrorismo de Estado y tuvo un fuerte crecimiento desde el gobierno macrista?

J.A.: Existe una ola negacionista mundial, que la pandemia ha radicalizado, dándole una forma delirante. El neoliberalismo ha destruido los puntos de anclaje, los puntos de amarre de la significación que hacen posible la lectura de los legados históricos y las herencias simbólicas. Grandes segmentos de la población viven en un presente absoluto totalmente ajenos a la verdad histórica. En el caso argentino, el negacionismo es parte activa  de la derecha, porque ha sido responsable y cómplice de la dictadura. Todo lo que evocan sus discursos son formas de reestablecer distintos modos de legitimación antipolítica, de procedimientos destituyentes que ataquen las democracias populares. No se comportan como adversarios, sino como enemigos que buscan un nuevo tipo de estado de excepción distinto al golpe militar clásico.

Acciones como las que hemos visto en el último tiempo como las bolsas mortuorias en Plaza de Mayo, las pintadas de los pañuelos de la Plaza de Mayo o los discursos que incluían la frase “No son 30 mil”, ¿representan a mucha gente o a sectores marginales/minoritarios de la política?

J.A.: Representan un sector que desearíamos que fuera más limitado pero creo que siempre hay que estar advertidos. Hay una derechizacion mundial que se ha deshinibido y que vuelve a su guerra » anticomunista» o «antipopulista» para funcionar como el plan B del neoliberalismo o para marcar la agenda de la derecha supuestamente «moderada».

¿Qué se puede hacer con el negacionismo en Argentina: se ignora, se castiga o se contesta?

J.A.: Deberían, en ciertas ocasiones, ser sancionados por la ley. Pero siempre, la verdadera reserva de memoria y política está en la militancia.

¿Qué importancia tiene la educación para desarmar a los discursos negacionistas? ¿Qué queda en estos discursos vigentes de aquel odio del terrorismo de Estado?

J.A.: La educación es importante, pero pienso que también siempre hay que inventar nuevos artefactos culturales de distinto tipo para que se hagan cargo de la transmisión de las lógicas de la emancipación. Por supuesto, el odio del terrorismo de Estado sigue latente y operativo.

¿Se puede lograr una sociedad libre de odio y negacionismo?

J.A.: Una sociedad sin odio me parece difícil, es una pasión del ser inevitable que cada uno debe inventar el modo de tratarlo. Pero esa experiencia con uno mismo, en relación al odio, puede tener una traducción política muy decisiva en las experiencias colectivas. Es un deber ético que no haya negacionismo, ni genocidio, ni el delito de lesa humanidad o la explotación que lo hacen posible. Puede ser inalcanzable cumplir del todo con ese proyecto, pero abandonar ese deseo sería nefasto.

Este 24 de marzo, a 45 años del golpe genocida, ¿cómo vas a vivir la jornada de memoria?

J.A.: Lo haré en un acto público en el Colegio Mayor Argentino conmemorando “Memoria, Verdad, Justicia”. Luego, estaré con los compañeros y compañeras de aquel entonces, en Madrid.

Foto: Marta Jara